La leyenda de Seven Gates cuenta que Inanna descendió al inframundo y atravesó siete puertas. En cada una entregó un símbolo de poder, corona, ornamentos, anillos, cinturón y túnica, hasta quedarse sin nada que demostrar.
El descenso no era teatro. Era una exigencia de verdad. Lo que no podía sobrevivir al viaje no estaba destinado a guiar su próxima vida.
En la oscuridad, se encontró con límites que el estatus no podía comprar. El yo antiguo no podía negociar. La única forma de avanzar era dejar que el despojo continuara hasta que la identidad se volviera simple y exacta.
La historia no gira en torno al derrumbe, sino al regreso. Ella asciende cambiada. No más ruidosa, no más dura, sino más clara sobre lo que es sin la armadura.
Seven Gates es ese proceso hecho más suave. Un ritual de soltar una capa cada vez, para que la transformación se sienta precisa, no violenta. Sueltas hasta encontrar la parte de ti que sigue en pie, incluso cuando todo lo extra ha desaparecido. La leyenda de Seven Gates recuerda que el coraje y la transformación empiezan con una rendición limpia.
